Llamó mi atención entre la multitud, a pesar de las luces tenues de la sala y el humo. Daba vueltas y vueltas mientras la falda de su vestido de lunares danzaba suavemente en el aire. Sonreía despreocupada. Vaya si sonreía, no podía quitarle los ojos de encima.
No acostumbro a entrarle a nadie a causa de mi timidez, ya lo sabes, pero era de esas oportunidades que se presentan una vez y de las que te arrepientes toda la vida.
Me acerqué rápidamente y le toqué el hombro con un dedo, temeroso. Se paró bruscamente y clavó sus enormes ojos marrones en mí. Sonrió entre tímida y provocativa. Estuvimos así un buen rato, mirándonos fijamente. Mis pensamientos corrían alborotados hasta que de pronto me tomó de la mano y me guió hasta el baño.
Mañana si quieres nos arrepentimos, susurró acercándose a mi boca.
No paraba de sonreír.