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jueves, septiembre 11

V

Lía se acomoda en la almohada observando a Eric, que juega con un mechero sentado en el borde de la cama. Su nidito de amor se reduce a un apartamento desordenado de 80 metros cuadrados que Eric alquila desde hace un par de meses y que tiene el mismo estilo caótico que él. Nunca se habría atrevido a referirse a él como su novio, o su pareja, a no ser que se encontrase en un contexto puramente sexual. Eric no es del tipo de persona con el que se hacen planes de futuro y, desde luego, tampoco del tipo que a un padre le gusta conocer. Pero ella tampoco. Quizá ese sea el problema: el fuego poco tarda en prender, pero los arañazos en la espalda fuera de la cama nunca se convierten en caricias.

       - No sé para qué vuelves a ponerte las bragas –dice acercándose a Lía lentamente-, sabes que no te van a durar.

       - Porque es más divertido cuando te las quitan.

Se atraen como polillas hacia la luz.