Páginas

miércoles, octubre 29

XV

       - Lo siento, ojalá te hubiera conocido en otro momento de mi vida.
       - ¿Pero qué mierda me estás contando? No me vengas con frases manidas, ojalá tuvieras valor para conocerme ahora y dejarte de estupideces.
       - No hagas esto más difícil de lo que es, ¿quieres? Te dije desde el principio que no buscaba nada serio.
       - No hables como si nos hubiéramos acostado un par de veces y no hubiera significado nada, porque hace seis putos meses que no nos separamos. ¿Prefieres salir cada a noche a meterte en la cama con un tío diferente y conseguir un polvo rápido antes que hacer el amor conmigo?
       - ¿Y qué si lo prefiero? Joder, déjalo ya.
       - Un día te arrepentirás, lo sabes, ¿verdad?
       - ¡Tío, que lo dejes!
       - Y el día que lo hagas pensarás en mí y recordarás que te fuiste. Y te juro que no te voy a dejar volver.
      - Sabes que no soy de las que vuelven.
       - Tampoco eras de las que se iban.

domingo, octubre 26

XIV

       Voy a toda prisa desde que te fuiste y sé que acabaré chocándome contra el muro gigante que he construido a mi alrededor, pero hace tiempo aprendí que no hay valentía sin golpes. Me lo enseñaste tú, ¿recuerdas? Qué cabrón eres. Que eras un alma libre y no podía domesticarte, decías. Alma libre los cojones. No eres más que un poeta de callejón de atrás con aires de grandeza y eso adornándolo mucho. Y claro que acabé cayendo. Las idiotas siempre caemos por cualquier imbécil que nos engatuse con tres palabras bonitas y medio gesto de amor. Aunque yo no caí, me tiré de cabeza al cuarto orgasmo. Pensaba que no es fácil encontrar lenguas capaces de recitar y excitar a la vez y qué suerte haberte encontrado. Maldita ilusa. Desde pequeñita siempre confié en la gente, aún cuando me decepcionaban; me resultaba más sencillo seguir confiando que aceptar que estaría mejor sin ellos. Así que gracias, gracias por largarte en medio de la noche como un cobarde y no volver. A veces vale la pena hacerse añicos rompiendo muros porque se abren caminos. A veces vale la pena decir adiós, aunque no haya despedidas, porque después de cualquier final llega un nuevo comienzo.

domingo, octubre 12

XIII

Siempre he odiado esa manía tuya de poner la alarma del reloj muy, muy temprano para salir corriendo de mi cama, casi como si estuvieras huyendo. ¿Es que acaso sigue pensando que la quieres? Bueno, yo también lo pensé en su momento, pero ha llovido mucho desde entonces. Ya no somos los mismos, ¿verdad? Tú finges que sólo soy un polvo fácil y yo finjo que no significa nada; aunque cuando me miras a los ojos, entre jadeos, podría jurar que…

Nada, que es tarde, deja que te ayude a buscar los pantalones. Hoy es mejor que no te quedes a dormir.

miércoles, octubre 8

XII

Hoy te has colado en mis sueños. Eras un lienzo sobre el que podía dibujar a mi antojo; no había restricciones de ningún tipo, sólo tú ante mí y el poder entre mis dedos.

Supuse que si me atrevía a hacerlo, debía hacerlo bien, así que me alejé un par de pasos para observarte y… qué te voy a decir, ya me resultabas fascinante entonces. No obstante, segundos más tarde decidí ponerme manos a la obra. Borré aquí, puse allá y recorrí tu cuerpo entero lentamente, aunque en algunas zonas me demoré más que en otras. Te gustará saber que no toqué un centímetro de tu espalda.

Cuando creí que ya había acabado, volví a alejarme unos pasos para admirar mi obra. No encontré ni tus manos ni tus ojos, ni la sonrisa traviesa que siempre regala esa boca tuya. Ya no había pasado del que preocuparse, no quedaba nada de esos sueños locos que siempre tuviste o de las manías que me hacían desesperar y rabiar. Te había hecho tan perfecto que ya ni siquiera eran visibles las cicatrices que adornaban tu piel (y tu alma). Antes, en cada abrazo envuelto en fría calidez, abrazaba tanto tu malhumor como tu risa, y no me gustó nada saberlo perdido. Sentí un vacío enorme en el pecho al darme cuenta de que no había visto que la única perfección que puedo ver en ti son todas tus imperfecciones, y ya no la tenía.

Y tú que siempre me dices que quiero hacerte cambiar…

domingo, octubre 5

XI

No creo que te refirieras a esto cuando decidiste que debíamos poner espacio entre los dos, pero incluso el espacio que existe ahora mismo entre tu boca y la mía me parece exagerado. Sé que prometí no buscarte, pero es que se suponía que el alejamiento debía darnos perspectiva y a mí me estaba nublando la razón. O quizá no, ya venía loco de fábrica. Pero de pronto me vi en tu calle, en tu portal, frente a tu puerta, tocando el timbre y qué se yo, no pude evitarlo, de veras. ¿Me invitas a pasar? Venga, ya que he venido hasta aquí… Me sentaré en el sofá, charlaremos un rato y te prometo que no pasará nada. Mejor no te prometo nada, porque esa camisa está pidiendo que la desabotonen con urgencia. Pero podemos charlar primero y puedes contarme cómo te va sin mí. Yo ya ves, jodido. ¿Sabes qué es lo que más extraño? Tus labios en mi cuello, tus manos en mi espalda, las mías en tus nalgas. Sí, sí, ya sé que sólo íbamos a hablar, me he despistado. Es que si me miras así… En el fondo sé que lo estás deseando.

***


Qué guapa estás después de haberlo hecho, ¿te lo había dicho alguna vez? Escucho tus latidos como si tuviera una banda tocando en mi oído y da mucha paz, pero creo que ya es hora de que me vaya. ¿Cómo que por qué? Habíamos acordado separarnos un tiempo, ¿recuerdas? Venga, no montes drama, sólo ha sido un polvo rápido. Te equivocas, no estás enfadada conmigo, estás enfadada contigo misma, por haber vuelto a caer. Claro que no voy a cambiar, pero tú tampoco, ¿verdad? Eso es lo que te jode. Nos vemos pronto, descuida. Llámame.