Páginas

domingo, octubre 26

XIV

       Voy a toda prisa desde que te fuiste y sé que acabaré chocándome contra el muro gigante que he construido a mi alrededor, pero hace tiempo aprendí que no hay valentía sin golpes. Me lo enseñaste tú, ¿recuerdas? Qué cabrón eres. Que eras un alma libre y no podía domesticarte, decías. Alma libre los cojones. No eres más que un poeta de callejón de atrás con aires de grandeza y eso adornándolo mucho. Y claro que acabé cayendo. Las idiotas siempre caemos por cualquier imbécil que nos engatuse con tres palabras bonitas y medio gesto de amor. Aunque yo no caí, me tiré de cabeza al cuarto orgasmo. Pensaba que no es fácil encontrar lenguas capaces de recitar y excitar a la vez y qué suerte haberte encontrado. Maldita ilusa. Desde pequeñita siempre confié en la gente, aún cuando me decepcionaban; me resultaba más sencillo seguir confiando que aceptar que estaría mejor sin ellos. Así que gracias, gracias por largarte en medio de la noche como un cobarde y no volver. A veces vale la pena hacerse añicos rompiendo muros porque se abren caminos. A veces vale la pena decir adiós, aunque no haya despedidas, porque después de cualquier final llega un nuevo comienzo.