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domingo, noviembre 9

XVIII

       No existe pesadilla mayor que pasar los días conmigo y las noches sin ti, aunque desde mi habitación no importa realmente si pasan los días o no. Voy por la vida como el corredor al que se le olvidan las zapatillas nuevas en la taquilla de la oficina o el vagabundo sin casa, porque eras el hogar al que volvía cuando la vida pesaba y, de pronto, cambiaste la cerradura. Ahora sólo acaricio los libros que alguna vez hojeaste acurrucada en el sofá y relleno las esquinas de las páginas contándote cuánto echo de menos verte así. No soy capaz de llorarte como un hombre y me escondo tras una coraza, como el niño que antes fui, porque, desde que no estás, he vuelto a desconfiar hasta de la almohada y quién sabe qué te contarán después. Quién sabe si querrás escucharlo.