Páginas

miércoles, diciembre 31

XXXI Ni soy ni estoy ni me pienso quedar

       A lo largo de los últimos años he hecho muchas listas: de tareas, de series pendientes, de sueños. Todas acababan luego en cualquier rincón o en la basura, pero me ordenaba a mí misma. Escribir siempre lo hace. Aún así, nunca tuve las agallas para sentarme y escribir sobre un nuevo yo. No me malinterpretes, había mucho que cambiar. Hay mucho que cambiar todavía. Pero cómo iba a influir ese retrato escrito, cómo iba a conseguir la nueva vida que soñaba poniéndola sobre papel. Y por dónde iba a empezar. O a terminar. Por qué iba a ser mejor cualquier garabato que la persona que ya era. ¿Y si era peor? ¿Y si al final se quedaba en otro simple manchurrón en un cuaderno más que gastado? Como a tantas otras cosas, no me atreví. ¿Me arrepiento? Quizá sí, quizá no; depende del momento, del día y de la máscara que lleve puesta. Lo que sí tengo claro, aunque me cueste admitirlo, es que, lejos de mejorar, he ido caminando hacia atrás mucho tiempo. La persona que era antes se secaría las lágrimas en privado y saldría con la sonrisa puesta, pero ya no soy esa persona. He cambiado tanto, y tan mal, que a veces no me reconozco. He perdido tantos papeles como personas, y no debí. Lo de perder los papeles, digo. La cabeza fría cayó por K.O. ante un corazón que, sin más, despertó, y no supe controlarme. Me estanqué en la derrota y aprendí todos sus detalles. Y no me acostumbré a perder, ni mucho menos, pero su sabor acabó resultándome tan familiar como atrayente. Ya se sabe que lo fácil es estar mal, para estar bien se requiere esfuerzo; y a mí no me quedaban ganas de intentarlo una vez más. Nunca fui suficiente. “Deja de lamerte la patita, no seas tan dramática” me decían. “No sabes una mierda de nada” pensaba yo. Y supongo que teníamos razón ambos. Tenía que levantarme, claro que sí, pero lo complicado que era sólo lo sabía yo. Tampoco es que nadie quisiera entenderlo, para qué engañarnos. Mi día a día consistió durante muchísimo tiempo en tomar apuntes de algo parecido a chino rodeada de extraños y volver a casa a rodearme de gente que tampoco me conocía. La base de mi comunicación recaía sobre un aparato sin vida y con batería defectuosa. Y no importó. O no importé. ¿Qué se supone que debí hacer: sonreírme a mí misma y seguir adelante? ¿Esperar que el mundo pusiera cada cosa en su lugar? ¿Dejarme el alma en el intento? ¿Perder el miedo? ¿Y hacerlo todo sola? No me creí capaz. 

       Pero un día despiertas… y tal vez sí.


Resulta que almost brave echa el cierre indefinidamente. Pero volveré pronto... creo.