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miércoles, diciembre 3

XXIII

Si me hubieran preguntado hace un par de años, habría dicho que Diciembre (en mayúscula) era la felicidad hecha mes. Que sabía a turrón de arroz y a chocolate en taza, espeso, de ese que se prepara en las tardes frías y se toma acompañado de un buen libro o de una gran persona. Que eran las millones de luces de las casas, de los portales, de las calles, que iluminaban el camino. Que era de color rojo escarlata y verde abeto, y del color de todas las figuras que usábamos para adornar el árbol; la jaula de madera y también la estrella dorada que nunca logré colocar derecha y poco importaba. Que fueron un montón de villancicos cantados a pleno pulmón y otros tantos a media voz. Que Diciembre era Navidad, verte sonreír sin motivo y desear que lo fuera todos los días del año. Pero ya no, ahora son sólo días. Un mes como otro cualquiera, que con suerte pasará sin hacer ruido, y en el que seguiré echándote en falta… porque el hueco que dejaste no se llena con nada.