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miércoles, diciembre 10

XXV

       Niña, tienes que quererte. Sécate las lágrimas y sal de debajo de las mantas; date una buena ducha con agua fría. Prepárate un café con dos de azúcar, que bastante amarga es la vida ya. Tómatelo despacio y sin prisa, que a partir de hoy sólo te esperas tú. Que sí, que al final vas a tener razón y basta con tener a una persona, a una sola, a la que coger de la mano y con la que enfrentar el mundo, pero esa persona fuiste tú desde el principio. 

       Levanta la cabeza, anda. ¿No crees que ya fue suficiente? Si fuiste capaz de defender a otra persona con uñas y dientes, ¿por qué no te levantas y lo haces por ti misma? Que nadie más duerme en tu cabeza, que ya vale.

       No entienden tus maneras y les dan igual tus motivos. Da gracias de no ser como ellos. Te prometo que no tengo la receta para ser especial, pero que ellos son todos iguales; que sólo fingen ser diferentes. Las fotos ya no son recuerdos, los amigos ya no son familia y la vida no es como dejan ver a través de una pantalla. No seas así. Que nadie te haga ser quien no eres.

       Si te quedas, quédate. Si te vas, no mires atrás. Si se quedan, cuídalos. Si se van, no tengas miedo de no dejarlos volver. Pero no cierres nunca tu corazón; recuerda que los corazones rotos se curan y los corazones cerrados pocas veces vuelven a sentir. Siente, siente mucho, y se lo suficientemente valiente para no aceptar lo que no mereces. Porque parece que ahora está de moda decir te quiero sin saber siquiera qué es eso de Querer. Ten mucho cuidado con aquellos a quienes confías esa parte de ti, porque no la recuperarás… pero quiere, quiere mucho y de verdad.

       No vuelvas a creer que la mejor parte de ti tiene otro nombre diferente al tuyo, porque no es cierto. Nunca lo fue. Ni siquiera el suyo. Nunca lo será.

       No te pierdas intentando conservar la compañía de aquellos que te hacen sentir sola. Buenos recuerdos no aseguran buen futuro; recuérdalo bien. Hay gente que no tiene palabra, así que no sigas creyendo en ella, porque hay palabras que hacen más daño que los golpes (bien lo sabes). Recuerda cómo queman los “te lo dije” y nunca los pronuncies. Pero no todos son como tú, y tienes que aprender a aceptarlo también.

       Sonríe a los desconocidos y que nadie pague tu malhumor. La próxima vez que alguien te guiñe un ojo, acércate y preséntate. ¿Qué vas a perder? El miedo déjalo en casa, a buen recaudo.

       Quizá no vayas a ser feliz siempre, pero inténtalo cada día. Escribe, escribe mucho y lee más. Y da las gracias; por cada sonrisa, por cada momento, por cada recuerdo. Perdona aunque nunca lleguen las disculpas. Ya sé que a veces el corazón no acepta cosas que la mente ya ha digerido rato antes, pero date tiempo. Todos los días sale el sol en algún lugar.

       Y si aún con todas esas no eres capaz de levantarte, recuerda que Ella te mira desde algún lugar. Tú, que nunca creíste en la vida más allá de la muerte, te ves cada día convenciéndote de que no pudo terminar todo aquel día. Y no lo hizo. Ella sigue viva cada vez que sonríes, así que hazlo. Por ti, por ella.

       Pero sobretodo niña, aprende a quererte.