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miércoles, diciembre 17

XX7

[...] Las ganas de arrancarte la lengua y hacerla pedacitos me están abrasando las entrañas, pero ya ves, sonrío. De oreja a oreja además, porque no creas que te voy a dar la satisfacción de verme perder los nervios, qué va. Es más, ¿por qué debería siquiera perder más tiempo en un enano mental como tú? Que no, que no insistas: aquí no hay nada que arreglar. Encima tienes la poca vergüenza de decir que la culpa no es directamente tuya. No, claro, fui yo la te metió en su cama y te quitó los pantalones. Serás desgraciado. ¡Ah, fue un descuido! ¡LO HUBIERAS DICHO ANTES! Descuido… Joder, pero, ¿tú te escuchas? Recoge la poca integridad que pueda quedarte y lárgate de aquí de una buena vez... ¿Beso de despedida? ¡¿Pero quién diablos te crees?!