Páginas

domingo, abril 5

XLIV

       Cualquiera pensaría que lo peor fue aquella noche, o la mañana siguiente, pero qué va. Ni siquiera volver a casa entonces. Lo peor fue el momento exacto en el que comprendí, días después, que todo había acabado. Estaba como en una nube, ajena a todo lo que pasaba a mi alrededor e, irónicamente, verte fue lo que me hizo saber que te habías ido para siempre.
       Mentiría si dijera que lo llevo bien. Mentiría incluso si dijera que algún día llevaré bien saber que ya no me recibirás con esa sonrisa de niña y, distraída, en cualquier momento, me preguntarás si te quiero. Cuántas veces lo habrás hecho y te puse menos atención de la que debía. Cómo no te iba a querer, si aprendí a ver a través de tus ojos y, en ocasiones, me sentía niña y adulta a la vez. Cómo no te iba a querer. Y no es que te eche de menos en cada paso que doy, que también, sino que me echo de menos a mí contigo, y eso sí que es un desastre*.


(*cuando digo desastre, quiero decir PUTADA con sus seis letritas.)