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domingo, mayo 3

LI

       Hoy, como cada mañana, me he despertado y la he visto. Sonreía. Sonríe mucho, la verdad. Aunque todo vaya en contra y fuera de casa haya tormenta, ella sonríe. Sonríe aunque la tormenta esté haciendo tambalear los cimientos desde dentro, supongo que no sabe hacer otra cosa.

       Es calma y paz, y a veces también huracán, pero nunca lluvia: pocas veces la vi llorar. Aunque, como todos, a veces pierde las ganas de luchar. En ocasiones también las perdí yo, y pude descubrir en sus ojos la desesperación. También la tristeza. En algunos momentos, las balas fueran tan seguidas que empezaron a no doler, pasaban por los huecos sin rozarla, y aun así le dolían. Y aun así nunca se dio por vencida.

       No ha logrado entender mi pasión por las letras, por las historias, por las luces, por los botones, pero quiero pensar que algún día me aguantará menos y me querrá más, si es posible. O al revés. Porque yo la querré aunque no sepa ni comprenderla ni demostrarlo.

       Porque es imposible no quererla cuando la oyes reír.