Páginas

viernes, agosto 21

LIX

       Cuando le conocí decía que la vida era demasiado corta como para tomar café sin azúcar. Era un apasionado del café. Le apasionaban tantas cosas que era casi imposible seguirle el ritmo. Hizo que yo también cayera un poco. Yo, que después de dos años seguía perdiéndome en la gran ciudad, sintiéndome pez en pleno bosque, de pronto me sorprendía escuchando una playlist de música chill out o probando distintas sazones para la carne. Todo me resultaba nuevo y excitante, sobretodo él, sobretodo su forma de cogerme de la mano; me dejé llevar en todos los sentidos. Fue un buen guía, pero aunque hasta los bares más tristes de la ciudad se llenaron con los momentos de amor que compartimos, nunca hubo nada realmente. 
       Hace poco le vi, ¿sabes? Ya no toma café.

domingo, agosto 9

LVIII Si pudiera

     Si pudiera, volvería al lugar donde te vi la primera vez, distraído, feliz, y esta vez me acercaría a ti. ¿Te acuerdas de mí?, te preguntaría bajito, con la timidez que aún hoy me caracteriza, sabiendo que me reconoces. Me mirarías directamente a los ojos, yo tendría que resistirme a quitar la mirada, y responderías que sí, que claro. La conversación fluiría –porque entre tú y yo antes no existían los silencios- y después…
    Si pudiera, regresaría al momento exacto en que abrí el corazón en canal y quedé totalmente expuesta ante ti. Aquella primera vez que confié en ti, y sólo en ti, para hacerte partícipe de lo peor que había en mí. Sentí que, a partir de aquel momento, no estábamos solos. Había algo que nos unía, algo que iba más allá.
    Si pudiera, reviviría la primera pelea y perdería menos los papeles y guardaría más la dignidad. Dejaría de acariciar tus cicatrices y curaría mis heridas, tomando distancia. Dejaría que vinieras, iría yo, nos encontraríamos a mitad.
    Si pudiera, haría, desharía.
    Si pudiera.
    Si quisiera.

lunes, agosto 3

L7

       Sujeta con recelo un vaso con zumo de naranja recién exprimido con el que intenta paliar un poco el calor típico del verano. Me da por pensar que quizá ahora, en este instante en que sus ojos miran hacia el infinito, esté imaginándose a sí mismo en un paraíso tropical, a la sombra de una palmera, qué se yo. Pero la realidad es que los paraísos tropicales se le antojan lejanos. De hecho, cualquier distancia se antoja lejana cuando tus movimientos hace tiempo que se volvieron torpes y lentos. Tan lentos como para desesperar a aquellos que no entienden, ni quieren entender, que el tiempo pasa por todos. O que la vida es algo más que llegar a tiempo a las citas y sobrevivir siendo esclavos de dos de los peores inventos de la humanidad: la tecnología y los relojes.
       Recuerda con cariño los veranos en la playa con ella. Y los inviernos en casa, también con ella. Todo era mejor con ella, pero ya no está. Desde entonces experimenta cada día la dureza de despertar y que se rompa el sueño, que ella no esté al alcance de su temblorosa mano. La echa tanto de menos que a veces el amor le aprisiona la garganta y se come sus palabras. La echa tanto de menos que se ha perdido un poco él mismo y pocas veces puede recordar quién era cuando ella lo llevaba de la mano.
       Pero cuando habla de ella, puedo vislumbrar aún un brillo especial en sus ojos. Y sonríe.