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miércoles, enero 27

LXIV

   Había mantenido a duras penas el equilibrio más tiempo del que hubiera creído posible, pero al final su cuerpo empezó a ceder. Durante una fracción de segundo, dudó si debía dejarse caer. Así acabaría todo por fin, pensó.
   Pero no pudo. Todo su ser, incluidas las pesadillas, los suspiros y las pestañas, dijo que no.
   Y saltó.