— ¿Qué llevas puesto hoy? ¿Un vestido?
Ella sonríe antes de contestar. Parece que hoy ambos están de buen humor.
— Sí, uno naranja con flores blancas, bastante corto a decir verdad. Es uno de tus favoritos…
— Hmmm... la verdad es que suena bien. ¿Y qué más? —pregunta con una variación en el tono casi imperceptible, deseo quizás.
— ¿Qué más? —adoraba aquellos juegos—. Pues ya sabes, esas cosas que llevan las mujeres…
— Entiendo. Y esas cosas de mujeres de las que hablas, ¿llevan encaje?
Deseo, definitivamente. La chispa en los ojos de su marido le dio la señal y se acercó a él, que estaba tumbado en la cama. Lo enderezó y se sentó sobre él a horcajadas. Tenía los ojos bien abiertos, esos ojos que la habían consumido tantas veces y que ahora habían perdido color. Cuando se dio cuenta, las manos de su marido ya habían volado hasta debajo de su falda.
— Pues sí, llevan encaje.
Ambos sonrieron, muriendo de ganas. O viviéndolas.