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domingo, marzo 8

XXXIX

       A veces aún se buscan, pero ya no se necesitan con aquella intensidad salvaje del principio. Han aprendido a caminar en el presente, a no volver la vista al pasado, a sobrellevar los recuerdos. Lo peor, para ambos, fue rehacerse. Rehacerse al llegar a casa y no tener quien los desvistiera. Rehacer los almuerzos para uno y los domingos por la tarde (como éste, solitarios). Rehicieron los sueños que habían dejado a medias, las promesas que se hicieron añicos en la garganta y los planes que se quedaron en el camino, que ahora se antoja muy lejano. A veces aún se buscan, pero ya no se necesitan. Ese cuento lo han aprendido bien.